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Mensaje en el Día Internacional de la Mujer

Mensaje en el Día Internacional de la Mujer

Mensaje en el Día Internacional de la Mujer

calendar_today 08 Marzo 2015

8 de marzo de 2015 / Secretario General de Naciones Unidas - Ban Ki-moon

Hace veinte años, cuando el mundo organizó una conferencia histórica sobre los derechos humanos de la mujer, el devastador conflicto en la ex-Yugoslavia llamó merecidamente la atención sobre las violaciones y otros crímenes de guerra que allí se estaban cometiendo contra las civiles. Dos decenios más tarde, cuando hay niñas de tan solo siete años de edad que no solo son blanco de ataques sino que también son utilizadas como armas por los extremistas violentos, puede resultar fácil sentirse descorazonado sobre el valor de los foros internacionales. Pero, si bien tenemos un largo camino que recorrer para lograr la plena igualdad —donde el fin de la violencia por razón de género es un objetivo central— los progresos realizados en los últimos veinte años demuestran que la Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995 sigue teniendo valor.

Desde la aprobación de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing, más niñas que nunca han logrado un mayor acceso a mayores niveles de educación. El número de mujeres que mueren al dar a luz se ha reducido prácticamente a la mitad. Más mujeres están al mando de empresas, gobiernos y organizaciones mundiales. Celebro estos avances. Al mismo tiempo, en este Día Internacional de la Mujer, debemos reconocer que los logros han sido demasiado lentos y dispares, y que debemos hacer mucho más por acelerar los progresos en todas las zonas del mundo.

El mundo debe unir sus fuerzas para responder a los ataques contra mujeres y niñas por parte de los extremistas violentos. Desde Nigeria y Somalia hasta Siria y el Iraq, el cuerpo de la mujer se ha transformado en un campo de batalla donde los guerreros llevan a cabo estrategias específicas y sistemáticas, a menudo basándose en el origen étnico o la religión. Las mujeres han sido atacadas por intentar ejercer su derecho a la educación y a los servicios básicos; han sido violadas y convertidas en esclavas sexuales; han sido dadas como trofeo a los combatientes, o intercambiadas como mercancía entre grupos extremistas en redes de trata. Médicas, enfermeras y otras mujeres han sido asesinadas por intentar ejercer su profesión. Los defensores de los derechos humanos de las mujeres que tienen valor para oponerse a esas atrocidades ponen en peligro su vida —y a veces la pierden— en su lucha por la causa.

Debemos adoptar una postura internacional clara contra este asalto total a los derechos humanos de la mujer. La comunidad internacional debe traducir su indignación en medidas concretas, como asistencia humanitaria, servicios psicosociales, apoyo a los medios de vida, y esfuerzos por llevar a los autores de estas atrocidades ante la justicia. Las mujeres y las niñas son a menudo los primeros blancos de ataque, por lo que sus derechos deben ocupar un lugar central en nuestra estrategia para hacer frente a este imponente y creciente desafío. Unas mujeres y unas niñas empoderadas son la mejor esperanza para el desarrollo sostenible después de los conflictos. Son los mejores motores del crecimiento, la mejor esperanza para la reconciliación, y la mejor protección frente a la radicalización de los jóvenes y la reproducción de los ciclos de violencia.

Incluso en las sociedades que viven en paz, son demasiadas las niñas y las mujeres que siguen sufriendo malos tratos en el hogar, mutilación genital y otras formas de violencia que las traumatizan como individuos y dañan a sociedades enteras. La discriminación sigue siendo una espesa barrera que se ha de romper. Debemos ampliar las oportunidades en la política, la empresa y en otros ámbitos. Debemos cambiar las mentalidades, especialmente entre los hombres, inspirándolos a que se conviertan ellos mismos en agentes activos del cambio. Y debemos respaldar nuestra determinación con recursos basándonos en el entendimiento seguro de que las inversiones en igualdad entre los géneros generan progreso económico, inclusión política y social y otros beneficios que, a su vez, fomentan la estabilidad y promueven la dignidad humana.

Este es un año vital para el avance de la causa de los derechos humanos de las mujeres. La comunidad internacional está trabajando duro para establecer una nueva agenda para el desarrollo sostenible que se basará en lo logrado con los Objetivos de Desarrollo del Milenio y conformará las políticas y las inversiones sociales para la próxima generación. Para que sea realmente transformadora, la agenda para el desarrollo después de 2015 debe dar prioridad a la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres. El mundo no alcanzará nunca el 100% de sus objetivos si el 50% de la población no puede realizar su pleno potencial. Dando rienda suelta al poder de las mujeres podemos asegurar el futuro para todos.