Observaba distraído el paisaje a través del cristal de una ventana mientras escuchaba las respuestas de Amanda Vanessa, una adolescente salvadoreña siendo entrevistada durante su momentáneo nombramiento como Representante de UNFPA en El Salvador, en ocasión del Día Internacional de la Niñas. Sus relatos cautivaron mi atención inmediatamente.
La inocencia de Amanda Vanessa afloraba con cada respuesta y su sonrisa silenciaba el eco atronador de su corazón exaltado por relatos de experiencias que a su corta edad ya han mapeado su interior.
Una jornada donde el maestro se tornó en aprendiz de la resiliencia emanada desde una pequeña de nueve hermanos, oriunda de Comasagua, departamento de La Libertad.
“Solo una amiga se mantuvo en la escuela, porque su familia la ha apoyado. Por eso voy a hacer mi tesis sobre el embarazo en la adolescencia, porque las niñas están dejando el bulto y cuadernos por maletas de pañales”, nos compartía. Sin duda una motivación inspirada en la solidaridad y la mezquina realidad que arrebata sueños y proyectos de vida a niñas, sus familias y la sociedad del pulgarcito de las Américas.
En pocas horas de convivencia Vanessa nos regaló la inagotable grandeza que ilumina como fuente de energía ecológica renovable; nos comprometió para hacer más con menos...grande Amanda no te detengas, sigue tu conquista...ya dijo Mandela "todo parece imposible hasta que está hecho". Cuando le preguntaron sobre su futuro dijo sin dudar: “quiero ser administradora de empresas”, agregando inmediatamente que “en el aula son más niños porque a las niñas las dejan haciendo los deberes domésticos en lugar de matemáticas”. Al escucharla no puede dejar de reflexionar que la ciencia y epítetos de Pitágoras se desvanecen inexactos bajo la lente de género.