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Encontrarte. Historias de vida en comunidad.

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Fotografías

Encontrarte. Historias de vida en comunidad.


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Sandrita.
Asociación de Mujeres Rurales (ASMUR), San Carlos Lempa, Tecoluca

Nació en 1959, se mudó a San Carlos Lempa en 1987. En ese momento, la comunidad apenas contaba con seis familias, y las condiciones eran extremadamente rústicas, con veredas en lugar de caminos y terrenos llenos de maleza. Sandra llegó con sus cuatro hijos y, junto con los demás habitantes, se dedicó a limpiar y repoblar la zona, trabajando arduamente para transformar la vegetación densa en tierras habitables y cultivables. 

Tras la guerra, Sandra continuó su labor organizativa, trabajando por los derechos de las mujeres y la alfabetización, enfrentando y superando numerosos obstáculos. Su dedicación y valentía no solo ayudaron a su comunidad a sobrevivir, sino a prosperar, dejando un legado de lucha y resiliencia para las nuevas generaciones.

“Uno anda cosas en su corazón que lo agobian y estos procesos nos han permitido que eso fluya, nos hemos sentido en la confianza para hablar, nos hemos identificado con el dolor de las otras y eso nos ha dado esperanza”.

 

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Iris.
Asociación Municipal de Mujeres de Tecoluca (AMMT)

Nació en Ahuachapán y a los seis años se trasladaron a la zona costa de la Sabana, Tecoluca. Recuerda su niñez dedicada a cuidar a sus hermanos, vivián solo con su madre quien se iba a trabajar en los cultivos de caña de azúcar. Los primeros años no pudo estudiar, es hasta que cumple 8 años que su madre decide enviarla a la escuela. Iris no tuvo una infancia para jugar, le tocó asumir el cuidado de la familia. 

Logró estudiar hasta noveno grado. A los 16 años se vuelve parte de un comité de jóvenes y comienza a desarrollarse en los procesos de participación y organización. A los 19 años fue madre. A los 20 años comienza a formarse en derechos de las mujeres y comienza a formarse y empoderarse en temas de prevención de la violencia contra las mujeres. Logra seguir sus estudios y graduarse como trabajadora social. Desde entonces ha sido una lideresa que ha luchado por promover la participación de las mujeres jóvenes. 

“Ha sido muy significativo para nosotras las mujeres, el tema del autocuido, porque las mujeres siempre estamos cuidando a otros y no nos damos tiempo para hablar de nuestras emociones y sentimientos.”

 

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Tere.
Comunidad Santa Teresa#1, El Playón, Tecoluca

Nació en 1955, en la cercanía del río Lempa. Desde pequeña estuvo solo con su madre, quien tenía que ir a trabajar al campo en una hacienda algodonera todos los días. Nunca fue a la escuela. Desde pequeña tuvo que trabajar, se acompañó a los dieciséis años con una persona del doble de su edad. Quedó embarazada a esa edad y vivió violencia por parte de su pareja. Cuando decidió separarse de él, se llevó a la hija y nunca la volvió a ver.

Tere se dedicó a trabajar y a sacar adelante a sus hijos, es una mujer luchadora, entregada a sus hijos y a la comunidad. Colabora en lo que puede y siempre tiene una sonrisa para las personas que la visitan en su tortillería. Es muy querida por los niños y la niñas de la comunidad, quienes la llaman “amiga Tere”. Gracias a ella los niños, niñas y adolescentes escuchan historias de cómo eran esas tierras antes, la belleza del río, las sandías que crecían alrededor, es una guardiana de la memoria. Tere es madre de la actual presidente de la junta directiva de la comunidad. 

“Uno llega a congeniar con gente que ni se imagina en estos espacios. Me alegra que ahora las niñas tengan otras oportunidades, que puedan estudiar y tener un futuro distinto al que uno tuvo”.

 

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Carmen.
Comunidad Santa Teresa#1, El Playón, Tecoluca

 

Nació en 1978. Desde pequeña le tocó trabajar y esforzarse por salir adelante. No pudo estudiar y esa es una de las cosas que más lamenta. Quisiera poder leer y escribir para hacer mejor su trabajo de lideresa.

Carmen es una mujer comprometida que se preocupa por la niñez y adolescencia de su comunidad. Llegó a vivir a la comunidad en el 2018, año difícil de la violencia social, lo que hacía que las personas la miraran con desconfianza. 

Sin embargo, ella desde el inicio se involucró en el trabajo de la comunidad, participaba en todo y eso le permitió ir haciendo amistades, ahora se siente feliz de vivir ahí y tener un lugar al cual llamar hogar. 

“En este proyecto me he sentido muy feliz, me he sentido útil para para la sociedad, me he sentido útil porque digo, ahora estoy aquí mañana no sé, en otro lugar. Sí, me he sentido orgullosa de eso, me siento orgullosa y espero que vengan más, que no sea el primero ni el último.”

 

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Rosario.

Asociación de Mujeres Rurales (ASMUR), San Carlos Lempa, Tecoluca

Nació en 1964 en San Carlos Lempa. Cuando inicia el conflicto armado se ven obligados a desplazarse por las masacres que se estaban viviendo en la zona y las cuales afectó directamente a su familia. Se traslada a Tecoluca y posteriormente a Usulután. 

Tras el conflicto, retorna a San Carlos, encontrando un lugar vacío, sin nada, y comienza a involucrarse en el trabajo comunitario para recuperar el lugar. Sin calles, sin agua, sin luz, sin casas, comenzaron trabajar entre todos. En la zona comienza a verse una situación muy dura para las mujeres, eran violentadas, estaban en condiciones de extrema pobreza y empiezan como mujeres o organizarse para poder trabajar específicamente por el desarrollo de las mujeres. Desde entonces, Rosario ha trabajado por más de 30 años en atender las necesidades más sentidas de las mujeres de la zona rural. 

“Para mí la organización ha sido una escuela para conocer mis derechos como mujer, este proyecto me ha hecho recordar la importancia de cuidarme y que estando con otras mujeres también podemos sanar el dolor que llevamos dentro”.

 

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Margarita

Comunidad Sisiguayo, Jiquilisco.

Nació en 1975, es originaria de San Agustín, Usulután. A los 6 años llegó a Sisiguayo, tuvo que hacerse cargo de sus hermanos porque su padre y su hermano mayor murieron en la guerra. Por el contexto del país se involucró en el conflicto armado. La guerra les absorbió la infancia, no tuvieron tiempo para jugar. 

Tras los Acuerdos de Paz, regresa como excombatiente a Sisiguayo y con 17 años comienza a formarse en los derechos de las mujeres, comienza a involucrarse en diferentes tipos de organización para el desarrollo de la comunidad, de las mujeres y de los jóvenes. 

Margarita ha sido una mujer comprometida con el trabajo de la comunidad, pero además una guardiana de la memoria, que trabaja para que los jóvenes conozcan todo lo que la comunidad ha vivido. 

“Mi compromiso es que los jóvenes puedan continuar el trabajo organizativo. Este proyecto ha sido una oportunidad para que se acerquen a las historias de la comunidad y de las mujeres de una manera diferente”.

 

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Mabel 

Comunidad Amando López, Jiquilisco.

Nació en 1985 en los campamentos de Colomoncagua Honduras, fue asentada en Meanguera Morazán, y posteriormente su familia se trasladó a la comunidad Amando López que antes se llamaba Caserío Lempa Mar, en el año de 1991.

Empezó a trabajar en los procesos comunitarios cuando tenía 22 años y ya llevo 17 años acompañando y siendo partícipe del desarrollo de la comunidad. Ha trabajado por la participación de las mujeres y de los jóvenes en su zona. Ha sido parte de la ADESCO por tres períodos, como vocal, secretaria y presidenta. Forma parte del Comité de protección civil comunitario.

“Fue un reto y desafío haber estado dirigiendo a una comunidad. Pero la participación y apoyo de los miembros de la comunidad es vital para lograr seguir avanzando en los procesos comunitarios”.

“En EncontrArte uno pudo compartir, conocer, expresar lo que siente y saber que no estamos solas, que nos podemos acompañar unas con otras”.

 

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Aracely 

Comunidad Amando López, Jiquilisco.

Nació en 1996 en Santa Rosa de Lima, La Unión. Su familia tuvo que irse a Honduras por la guerra. A los 7 años su familia llega a la comunidad Amando López que antes se llamaba Caserío Lempa Mar, en el año de 1991.

A los 17 años se empezó a involucrar con las actividades de la ADESCO, siempre le llamó la atención escuchar las historias de las personas, historias sorprendentes y que siente deben conservarse. Participaba en las conmemoraciones de la comunidad y eso le permitió sensibilizarse y sentir la importancia de la organización y de la memoria histórica. 

Joven, mujer y madre. Aracely es actualmente vicepresidenta de la junta directiva de la comunidad y entre sus objetivos está el desarrollo de los jóvenes y las mujeres. Además, se siente comprometida a seguir generando espacios para la participación. 

“En estos espacios tenemos la oportunidad de recuperar la historia y compartirla con las nuevas generaciones. Los jóvenes tenemos un compromiso con quienes nos antecedieron, somos responsables de no dejar que la historia se olvide”.

 

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Guadalupe

Asociación de Mujeres del Bajo Lempa (AMUDIBAL), Jiquilisco.

Nació en 1986 en Nicaragua donde su familia se encontraba refugiada por el conflicto armado. En 1991 retornamos a la Comunidad Nueva Esperanza, con la ayuda de la solidaridad. Aprendió de sus padres que la organización es la fuente para salir adelante, en especial de su padre que fue líder cooperativista.  A los 12 años comenzó a formarse en los grupos de danza y teatro. Se involucró en las escuelas de liderazgo juvenil que habían en la zona y comenzó a gustarle participar en diferentes espacios. Gracias a un programa de becas pudo estudiar un profesorado en Ciencias Sociales.

En el 2009 comenzó a trabajar por la autonomía y defensa de los derechos de las mujeres donde conoce muchas historias de la situación y problemas que enfrentaban, esto la motiva a ser parte de la fundación de AMUDIBAL. Actualmente es la presidenta de la asociación. 

“Este proyecto ha venido a darles a las mujeres la oportunidad de un espacio diferente para trabajar su salud mental, desahogarse y liberarse de una carga de años. Además, ha sido muy valioso el acercamiento hacia los jóvenes.”

 

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Milagro

Asociación de Mujeres del Bajo Lempa (AMUDIBAL), Jiquilisco.

Nació en 1962 y llegó al Bajo Lempa con su compañero de vida. Tiene más de 25 años de estar organizada. Milagro es originaria de San Miguel, padre campesino y su madre ama de casa. Por ser la hija mayor desde los 9 años cuidaba a sus hermanos, ayudaba a vender en el mercado y a hacer tortillas. Pudo estudiar bachillerato, pero cuando quiso continuar para ser maestra su padre no la dejó porque le dijo que iba a “buscar marido”. 

Milagro se encargaba de hacer todo en casa y trabajaba en una algodonera. Cuando se acompañó su pareja no la dejó seguir trabajando. Enfrentó violencia, pero gracias a los procesos en los que estaba pudo detener esa situación y por eso confía en la organización como una forma en que las mujeres pueden salir adelante.

“Esta experiencia ha significado mucho en mi vida, porque hasta ahora he podido y hablar y desahogarme sobre la situación de violencia que viví con mi pareja. Siento que he liberado una carga”.

 

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Candelaria

Asociación de Mujeres del Bajo Lempa (AMUDIBAL), Jiquilisco.

Es de las mujeres fundadoras de ACUDESBAL, recuerda sus inicio bajo un palo de mango y de marañón, donde hablaban de los problemas de las comunidades del Bajo Lempa y cómo podían trabajar para el desarrollo del territorio. Con el tiempo comienzan a formarse comités de mujeres que más adelante se convierte en AMUDIBAL, el cual se convierte en un espacio que buscaba atender los problemas específicos de las mujeres. 

Comienzan a formarse en derechos de las mujeres, autonomía económica y empoderamiento. Candelaria llegó a esta comunidad huyendo de la violencia física que le ejercía su suegro. Recuerda ser una mujer sumisa, callada, pero la organización le permitió empoderarse y transformar su vida. 

Candelaria ha sido una mujer sobreviviente de violencia, ahora es una mujer lideresa y emprendedora, dedicada a la agricultura y ganadería.

“Este proyecto nos ha traído nuevos conocimientos, ha sido un espacio que no habíamos tenido nunca y que como mujeres nos ha ayudado a liberarnos de muchas cargas que andamos. Es necesario seguir generando estos espacios para que lleguen a muchas otras mujeres en las comunidades”

 

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Edwin

Asociación de Jóvenes del Bajo Lempa (AJUBAL), Jiquilisco.

Nació en 2001 en la zona del Bajo Lempa, es presidente de la asociación de jóvenes AJUBAL. Esta organización inicia en el 2008 con el objetivo de promover la participación de los jóvenes en el trabajo comunitario, pero además con el fin de generar espacios para el desarrollo de la juventud.

AJUBAL trabaja en 14 de las 29 comunidades del Bajo Lempa a través del arte, la cultura, el deporte, la memoria histórica y el medio ambiente. La organización es la base de nuestro trabajo, garantizar un relevo generacional en el territorio.

Desde AJUBAL apuestan por el arte y la cultura como una forma de llegar a las personas, sensibilizarlas e invitarlas a sumarse a todo el esfuerzo que se realiza. Edwin estudia comunicaciones y es un joven líder, comprometido con su comunidad, con su historia y con la consolidación de espacios que permitan a las juventudes de la zona su desarrollo pleno. 

“Estos procesos artísticos nos permiten llegar a más personas y generar sensibilización a través del arte”.

 

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Marina

Asociación para el desarrollo integral de la mujer (APADEIMJ), Jiquilisco.

Nació en 1974, tras los Acuerdos de Paz comienza a organizarse con otras mujeres para mejorar la situación que vivían en la zona. Ha trabajado por el desarrollo comunitario, la autonomía económica y que las mujeres puedan conocer sus derechos.

 Mujer, madre, abuela, lideresa. Desde su juventud ha impulsado el trabajo organizativo en la zona. Han tenido que enfrentar la discriminación por ser defensoras de los derechos de las mujeres, pero eso no las ha detenido. Ha sacado adelante a sus hijos, pero sobre todo ha inculcado en ellos una forma diferente de relacionarse. Mujer comprometida con su familia y con la comunidad, ejemplo de lucha. 

“Muchas mujeres hemos llegado a la mayoría de edad cargando mucho dolor, tenemos un pasado duro y andamos cargando cosas que sentimos no lo podemos contar a nadie. Sin embargo, este proyecto nos ha permitido desahogar parte de las cargas que tenemos”.

 

 

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Beatriz  

Comité de Jóvenes APADEIMJ, Jiquilisco.

Nació en 2001 en la Merced, su infancia la recuerda bonita, de mucho juego con sus primos y primas. Desde pequeña recuerda ir con su mamá a las reuniones de la colectiva feminista y ahí fue donde empezó a escuchar de los temas de los derechos de las mujeres y la importancia de la participación. Haber estado de cerca a estos temas le ayudó mucho en su adolescencia.

Ivón es una joven líder comprometida, se involucró en la formación del comité de jóvenes de la organización a la que pertenecía su madre y es así como ahora colabora para generar espacios y motivar a más jóvenes de su comunidad y de las comunidades cercanas a que se involucren.

“El proyecto nos ha permitido aprender una forma de acercarnos y escuchar las historias de las mujeres lideresas de nuestra organización, ha sido bonito poder entrevistar a nuestras madres y hablar con ellas de todo lo que les tocó vivir. Ahora nos corresponde a nosotras seguir trabajando por los derechos de las juventudes y de las mujeres”.

 

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Milagro 

Colectiva Feminista para el desarrollo local, Jiquilisco.

Nació en Usulután y a los 17 años comienza a involucrar en los procesos de organización desde un grupo de la iglesia en el que hablaban de los derechos de las mujeres. Recuerda que en esos años era muy difícil la situación de las mujeres, había una actitud sumisa, se esperaba que estuvieran dedicadas al hogar, a sus maridos. 

Desde muy pequeña enfrentó diversas formas de violencia, fue madre adolescente y enfrentó violencia por parte de su pareja. El darse cuenta que no era solo ella la que estaba viviendo eso la movió a empezar a organizarse para transformar la situación de las mujeres.

Empezaron a trabajar en temas de alfabetización, la mejora de la situación económica, la vivienda de las mujeres. Al inicio enfrentaron mucha estigmatización y discriminación por el trabajo que realizaban, pero ese esfuerzo se convirtió en la base para tener una fuerte organización en Usulután.

“Para mi este proyecto ha sido muy valioso porque se han podido hacer intercambios generacionales y los jóvenes han podido acercarse y conocer la historia de las mujeres que en esta zona y en sus comunidades han luchado por construir relaciones más justas e igualitarias.”