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Alejandra Osorio, trabajadora social del ISNA.

El trabajo de todo el personal en el Instituto Salvadoreño Para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (ISNA) dio un giro una vez decretada la cuarentena por COVID19. Como a mucho personal de diferentes instituciones de gobierno a Alejandra le significaría alejarse de su familia para atender las crecientes necesidades de la población con la que trabaja el ISNA.

Alejandra aceptó conversar con nosotros durante la jornada que el UNFPA, junto con la Embajada de Canadá, entregó a ISNA el donativo de kits de higiene. Nos tomamos unos minutos, sentados a un lado de los pasillos para escuchar lo que ha significado para ella, en lo profesional y personal, seguir adelante en medio de la pandemia por COVID19.

Alejandra.
Desde el inicio de la cuarentena me designaron para apoyar en el traslado de niñas, niños y adolescentes retornados (deportados) no acompañados, mujeres embarazadas y grupos familiares con niñas y niños que eran trasladados a Centros de Contención.

Todo este proceso, tener que trabajar en estas condiciones, ha sido una gran experiencia y satisfacción porque he podido ayudar a las niñas y niños que lo han necesitado.

En un momento de la emergencia me asignaron a un Centro de Contención para cuidar a cuatro niños y niñas de una misma familia, de los cuatro había una niña de un año. Los hermanos necesitaban nuestro acompañamiento porque su papá y su mamá estaban positivos a COVID19. Los hermanos eran catalogados como posibles nexos epidemiológicos, pero no podían estar sin una persona adulta, así que me asignaron a cuidarlos.

Esa experiencia, estar esos días con las niñas y los niños me marcó. No solo porque uno pone en práctica todo lo que estudió, sino especialmente por lo que significa cuidar a una niña de un año. Yo no soy madre, pero con la bebé me tocó estar haciendo leche, cambiando pañales, y dando las atenciones que una niña de un año necesita. Fue una experiencia que me ha cambiado la forma de ver la vida.

 
   

Con los cuatro estuvimos haciendo diferentes actividades durante el día. Tratábamos de romper la rutina y hacer varias cosas entre todas. No fue fácil pero aprendí mucho como profesional.

Cuando ya los tuve que dejar me encontré una sorpresa. Uno de ellos me escribió una nota y la puso en mi mochila sin que yo me diera cuenta. La nota decía: “usted ha sido como nuestra primera niñera, ahora la siento como mi mejor amiga”. Eso me impactó, porque vi la nota hasta que llegué a mi casa. Fue satisfactorio porque no me vieron solo como una trabajadora, como una persona que llegaba a cumplir un trabajo, sino que logramos vincularnos en esos momentos difíciles que no estaban con su papá ni su mamá. La hermana mayor, cuando la conocí estaba frustrada porque ella tenía toda la responsabilidad de cuidar a sus hermanos, y una vez platicando me dijo “usted fue como un ángel porque no sé lo que hubiera hecho sola con mis hermanos”

Después de esa experiencia he estado en otros Centros de Contención, y he podido notar que lo que marca a los niños, niñas y adolescentes es el miedo a la enfermedad, porque han escuchado que es mortal. Cambiar su rutina en casa les afecta en su ánimo, porque de un momento a otro dejan su espacio familiar, su espacio colectivo. Además, al llegar a un Centro de Contención se rompe su cotidianidad y ya no pueden jugar como lo hacían antes. También he notado que en varios casos, sobre todo los adolescentes, tiene muy asimilada la importancia de los hábitos higiénicos y los practican. Son conscientes que lo tienen que hacer por su salud.

En esta emergencia que estamos viviendo en el país por la pandemia lo más difícil ha sido estar lejos de mi familia, porque como estamos en cuarentena y nosotros en riesgo de exposición al COVID19 no he podido ir a visitar a mi abuela  y el resto de mi familia.

 
   

Hasta el día de hoy siento que he cumplido bien una misión. Porque más allá de lo profesional logré aportar en la parte humana de las niñas y niños que me ha tocado acompañar, porque más allá del alimento que hay que garantizar, es importante cubrir también lo emocional, lo afectivo en momentos tan difíciles como los que vivimos.

Hacemos una pausa. Aunque queremos conocer más del trabajo que realiza Alejandra tenemos que movilizarnos a otras oficinas. Nos despedimos, no sin antes felicitarla por el trabajo que realiza ella y sus colegas del ISNA y le pedimos la foto necesaria para acompañar la nota, a lo que con una sonrisa acepta al momento que dice: “no me verán la cara no me voy a quitar mascarilla, no sé si así le sirve la foto”.